Todos necesitamos sentirnos amados, es una necesidad primordial, básica. Pero cuando esa necesidad básica se extiende a la de ser amado por todos y al temor excesivo a que alguien no lo haga, nos encontramos ante su aspecto más disfuncional, una auténtica “prostitución relacional” (Nardone, Giannotti y Rocchi, 2003) que esclaviza al que la padece a constantes comportamientos que traigan consigo la aprobación externa.
Los afectados se mostrarán sin remedio constantemente disponibles y atentos y evitarán dar su opinión y/o expresar sus propias inquietudes para evitarles inconvenientes a los demás, para asegurarse de que la idea que tienen de ellos siempre es positiva.
A pesar de la incomodidad que supone, la vida nos obliga continuamente a elegir y tomar decisiones. A través de la toma de decisiones es como nos hacemos responsables de nuestra existencia y de los que dependen de ella. De esta gran responsabilidad, de la idea de que “cada cual se crea la realidad que después padece”, derivan los miedos relacionados con las decisiones y elecciones. Estos miedos aparecen bajo diversas formas y el primer paso para el psicoterapeuta consistirá precisamente en analizar de cuál se trata.
EL MIEDO A EQUIVOCARSE
Es la tipología más habitual. Cuanto más crucial es la decisión mayor es la vacilación hasta llegar a ser paralizante. Lo que convierte el miedo a tomar una decisión equivocada en una pesadilla no es la situación objetiva sino cómo la percibe quien debe decidir, lo que a su vez depende de sus características personales y sus capacidades adquiridas. “No son los hechos en sí los que perturban a los hombres sino los juicios que los hombres formulan sobre los hechos”. Epicteto.
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